Lunes Santo en Linares. La tarde comenzaba a perfilarse entre presagios de lluvia, con nubes que arrastraban silencios y dudas en el horizonte. Pero la fe, cuando es verdadera, sostiene el cielo. Y así ha sido. Porque la oración venció al temor, y el Señor del Huerto salió a reencontrarse con su pueblo, que lo aguardaba con la emoción temblorosa de quien sabe que lo sagrado está a punto de pasar.
Desde la Basílica de Santa María la Mayor, la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús en la Oración en el Huerto y Nuestra Madre y Señora de Gracia ha iniciado su estación de penitencia con el recogimiento solemne que marca este día en el calendario del alma cofrade.
Nuestro Padre Jesús en la Oración, imagen tallada por Eduardo Espinosa y restaurada por Antonio Dubé, ha sido portado por 40 costaleros, acompañado musicalmente por la Agrupación Musical “Santo Tomás” de Villanueva. Su andar sereno, su gesto de entrega, su silencio ante el destino, han hecho estremecer al pueblo linarense, que lo ha seguido entre el incienso y la devoción sincera.
Tras Él, bajo su palio, la dulzura de Nuestra Madre y Señora de Gracia, obra de Juan Martínez Cerrillo y restaurada también por Dubé de Luque, ha acariciado las calles como un suspiro de esperanza. 35 costaleros la han llevado con mimo, mientras la Banda Sinfónica Municipal de Dos Torres (Córdoba) llenaba la noche de notas que rozaban el cielo.
Este 2025, la cofradía ha vivido además importantes estrenos: la adecuación del entorno para facilitar la salida de los pasos montados y la esperada finalización de las obras en la fachada de su Casa de Hermandad. Un símbolo de esfuerzo y entrega que reafirma el pulso vivo de esta corporación fundada en 1889 y que hoy cuenta con más de 1.100 hermanos.
La noche se ha ido cerrando sobre Linares mientras el cortejo avanzaba entre calles estrechas y miradas encendidas. El aire, aunque frío, no ha traído agua, y el Señor ha podido orar en el Huerto, y su Madre consolar, bajo un cielo que quiso ser testigo mudo de tanta belleza.
Así, con paso firme, la Oración en el Huerto ha dejado su huella en el alma del Lunes Santo. Porque cuando la fe se hace verbo en la calle, ni la lluvia osa interrumpir el misterio.