La ciudad ha despertado hoy con el alma vestida de blanco y olivo. Sobre los tejados aún dormidos, la luz del Domingo de Ramos ha querido abrirse paso entre nubes caprichosas que, aunque amenazantes, se han rendido al clamor de un pueblo que esperaba ver pasar al Maestro montado sobre la humildad de un pollino.
A las diez en punto, cuando el reloj aún palpitaba la emoción de los primeros compases de la Semana Mayor, las puertas traseras de la Parroquia de San José Obrero se abrieron para dejar salir la alegría primera: la Hermandad de Nuestro Señor Jesucristo Divino Maestro en su Entrada Triunfal en Jerusalén y María Santísima de la Alegría iniciaba su estación de penitencia con solemnidad, fervor y el alma centenaria henchida de gozo.
El Señor, obra de Lourdes Hernández Peña, ha sido mecido con pulso firme por 48 corazones bajo las trabajaderas. Le escoltaban los sones encendidos de la Banda de Cornetas y Tambores “El Amarrado” de Ávila, cuyas notas han tejido el aire con marchas que hablaban de gloria, infancia y hosannas.
Tras Él, la dulzura de María Santísima de la Alegría, con la ternura recogida en su rostro —tallado por las manos eternas de Luis Álvarez Duarte—, ha surcado las calles de Linares entre claveles y promesas, sostenida por 35 costaleras y acompañada por la música de la Asociación Cultural y Musical “Maestro Alfredo Martos”, que ha bordado su paso con melodías cargadas de fe y devoción.
En este año de gracia, la Hermandad celebra su Centenario Fundacional, y lo ha hecho estrenando bandera corporativa, broche con la advocación “Reina de San José” y un rosario de perlas en oro que han embellecido aún más su patrimonio devocional. También los hábitos nazarenos, renovados para esta ocasión única, han sido testigos del andar pausado de una cofradía que no solo camina, sino que escribe historia sobre el empedrado de su ciudad.
Linares ha respondido con una ovación de fe: balcones floridos, lágrimas de emoción, oraciones susurradas al paso de los Titulares… Y todo, bajo un cielo que, por unas horas, decidió detener su llanto para no empañar la estampa luminosa del comienzo.
Y aún queda más. Porque este Domingo de Ramos no se detiene. La tarde traerá consigo la salida de la Hermandad de la Santa Cena, que pondrá su cruz de guía en la calle desde la Basílica Menor de Santa María la Mayor de nuestra ciudad, continuando así la sinfonía de fe, tradición y belleza que solo Linares sabe interpretar en su Semana Santa.