El Teatro Cervantes se ha convertido esta noche en el corazón palpitante de la ciudad. Allí, bajo el manto solemne del Viernes de Dolores, resonaron las palabras del Pregón Oficial de la Semana Santa de Linares, pronunciado por el sacerdote, Manuel Ceacero Sierra, y precedido por una emotiva presentación a cargo de su amigo y hermano en la fe, Isacio Ocaña.
Fue Isacio quien, hilando recuerdos con ternura y hondura, evocó la infancia del pregonero y aquel simbólico cambio de Santiago que marcó el inicio de una vocación cofrade tejida con años, vivencias y devociones compartidas. En su relato, el afecto no se impuso al respeto, y dio paso con solemnidad a quien esta noche iba a abrir las puertas del alma linarense a la Pasión.
Manuel Ceacero comenzó su alocución como dicta el corazón creyente: santiguándose, mientras las notas de un piano acariciaban el silencio del teatro. Así nació un pregón que no fue discurso, sino rezo declamado, una apasionada oda a Linares y su Semana Santa que arrancó aplausos incluso antes de su primer suspiro.
Con voz emocionada, fue desplegando un tapiz de agradecimientos a familiares, amigos y figuras esenciales en su vida. Pero pronto la palabra se tornó incienso, y la memoria, procesión. El pregón caminó por los templos de la ciudad —de Santa María a San Francisco, de Santa Bárbara a San José—, como si el orador se postrara ante cada altar con el verbo por ofrenda.
El relato estuvo salpicado por momentos musicales que acompañaban con delicadeza los pasajes más íntimos. Ceacero evocó con sensibilidad los pasos de misterio que marcaron su historia personal, y rindió pleitesía a las Vírgenes que reinan los días santos de Linares, Madres de Dios que iluminan las noches de fe y silencio.
Y como manda la tradición, el broche fue el clásico y rotundo “¡He dicho!”, que no fue solo una fórmula, sino un aldabonazo que despertó a un público entregado, que en varias ocasiones no pudo resistirse a ponerse en pie.
El pregón de Manuel Ceacero Sierra no fue solo una exaltación de la Semana Santa, fue un acto de amor hacia una ciudad que ya se prepara para vivir, con los sentidos abiertos, la gran liturgia de la Pasión. Porque, tras esta noche, Linares no solo ha escuchado un pregón: ha sentido el primer latido de su Semana Mayor.

Momento del Pregón

Momento del Pregón

Momento del Pregón

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