Desde que llegaste a nuestro hogar, todo cambió. Nuestra casa se iluminó de nuevo, porque eras un hijo deseado. Tú llegaste a nuestra casa por acuerdo de tus padres biológicos con nosotros, para que te labrases un porvenir en España. Ésta España que dejó tirado tu pueblo Saharaui en medio de la arena, de la nada, sin comida, sin agua, sin techo, con una mano delante y otra atrás, cuando el rey de Marruecos, invadió vuestro territorio. Y los que no quisisteis tenerlo como rey, os visteis condenados a la ostración, al destierro, al olvido más cruel por parte española y de la comunidad internacional, que antepuso los intereses económicos y de falsas relaciones de amistad con Marruecos, a vuestro derecho a vivir en paz en vuestra tierra, fértil por cierto, para colocaros donde ni el mismo Dios puede respirar casi a 60º de temperatura en el día y 0º por la noche.
“Nunca os olvidaremos, nunca os dejaremos solos”, dijo Felipe González en su visita a tu tierra, el 14-11-76, tras la cobarde victoria de la “Marcha Verde” con mujeres y niños delante de la misma marcha, para proteger a los hombres, por parte del reyezuelo sátrapa y repugnante Hassan II, digno padre de este cruel y déspota hijo, que reina con el nombre de Mohamed VI, con su pueblo sumido en la miseria, el miedo y las cárceles y torturas a los saharauis en los territorio ocupados. Pero ahora quiero ir a lo personal, a lo esencial de tu vida, de lo que eres como persona. Tienes la suerte de tener dos padres y dos madres; unos biológicos, buena, buenísima gente, de quienes puedes sentirte orgulloso y otros aquí, que somos nosotros. Tu madre Áurea y yo, nos inflamos como los pavos cuando nos llamas papá y mamá. Y qué decirte de Helena, y Jimena, tus sobrinas. Has tenido dos tipos de educación. La primera hasta los 10 años, por parte de tus padres biológicos y la segunda la nuestra. Y parece ser que tú has sabido integrar ambas, realizadas desde nuestro respeto a tus decisiones y desde el cariño hacia ti. Nosotros engordamos, cuando la gente nos habla de tus valores, de tu autenticidad, del valor que concedes a la amistad con los demás, sean grandes o pequeños, de tu integración absoluta en nuestra cultura, tan diferente a la saharaui, de tu disponibilidad hacia los demás, tu sinceridad, tu capacidad de escuchar, de diálogo. De tu esfuerzo, tu trabajo, que se ha visto recompensado, con esas excelentes notas, en técnico superior de laboratorio, por parte de ese estupendo grupo de profesores de SAFA, que ha vivido junto a toda tu familia española, y sobre todo tus estudios de fisioterapeuta en Sevilla. En los insoportables y duros papeleos, año tras año, para que no te expulsasen de España, de nuestro lado. Sobre todo, al cumplir tu mayoría de edad.
Buley, hijo, nosotros no sabemos calibrar el valor de lo que te hemos dado, pero sí queremos decirte, que tú, con tu forma de ser, nos has dado, nos das a esta casa, infinitamente mucho más.
Nosotros, como padres tuyos de acogida, estamos orgullosísimos de ti, porque eres querido por todo el que te conoce, y esa es la mayor alegría que nos puedes dar, porque eres sincero, auténtico, sin dobleces, solícito, solidario, con personalidad…
Y no sé qué decirte más, sino que eres nuestro hijo y hermano de tus hermanos, que aunque no lo sean biológicamente, te quieren con locura. Todos te queremos con locura. Y por nuestra parte, decirte que en lo profesional, en tus estudios, llegues a lo más alto, y lo has logrado con dos títulos diferentes aunque interrelacionados porque como ser humano, ya lo has conseguido.