Iniciamos una colección de cuatro artículos acerca de los evangelios del Nuevo Testamento en los que, a modo divulgativo, se pretende exponer las características más destacadas de los mismos acerca de su composición y datación y otros aspectos más particulares. Comenzaremos por el último de los cuatro, el más tardío en su redacción.
Hay que decir antes de comenzar que los cuatro evangelios fueron escritos en griego y que no se conservan los originales. Aún así, las copias que han llegado hasta nosotros, analizadas por filólogos, historiadores y arqueólogos expertos, poseen un alto grado de fidelidad con respecto a los originales.
BREVE INTRODUCIÓN AL EVANGELIO DE SAN JUAN
Esta breve introducción divulgativa pretende esclarecer ciertos conceptos sobre el evangelio de San Juan desde una óptica basada en académicos independientes.
En principio hay que significar que el autor o autores del evangelio no conocieron a Jesús de primera mano, que dicho escriba o escribas tampoco es o son el autor del libro de las Revelaciones (Apocalipsis) y que muy probablemente tampoco se trate del autor o autores de las tres cartas joánicas, las atribuidas durante un tiempo al evangelista y que ahora sabemos que fueron escritas por autores de la llamada escuela joánica, es decir, pertenecientes a la misma comunidad cristiana. A pesar de que algunos autores comienzan a dudar de la existencia de una escuela joánica, esta hipótesis debe ser analizada con cautela para su plausibilidad. Así, el escriba(s) del evangelio no fue un testigo presencial ni un recopilador de una tradición que remonte al propio Jesús, sino que el autor, o autores, re-elaboraron a conciencia los temas recibidos dándoles un nuevo significado, reeditando contenidos anteriores de la tradición y de los tres evangelios anteriores (Marcos, Mateo y Lucas) con una cristología particular y difrenciada de la de los otros tres evangelios, llamados sinópticos.
El Evangelio de Juan, que parte de ciertos elementos materiales que se sustentan en la tradición común y también de las leyendas propias del grupo joánico, es resultado de un proceso sumativo en el que a lo largo de varias décadas y por obra de sucesivas manos, establece las bases teológicas del grupo.
El hecho de diferenciar totalmente las bases del evangelio de Juan de los evangelios Sinópticos hoy en día se cuestiona, aunque resulta la excusa perfecta de ciertos argumentos confesionales y teológicos, de carácter no científico, para indicar fuentes históricas diferentes que testimonien la existencia de Jesucristo, el Cristo de la fe elaborado durante casi dos mil años, que no al Jesús histórico. Ahora bien, existen algunas diferencias significativas entre los evangelios Sinópticos y el de Juan como la diversidad de contenido: De los veintinueve milagros narrados por los Sinópticos, sólo dos aparecen en el evangelio de Juan y la mayor parte de las perícopas de los tres primeros evangelios no tienen paralelo en el cuarto. Es cierto que hay varios contenidos concretos del evangelio, así como algunos procedimientos formales como los llamados sándwichs narrativos (escenas que se intercalan entre dos escenas de similar contenido y que tienen poco que ver con el mismo) donde podemos hallar dependencia del primer evangelio escrito, el de Marcos, donde este recurso literario es frecuentemente empleado. Las diferencias entre Juan y los Sinópticos se deberían entonces a los distintos estratos que fueron conformando el evangelio joánico. Es cierto que Juan cuenta con material propio con cierta antigüedad, aunque redactado con base en Marcos. Podemos decir entonces, lejos de la postura del teólogo Rudolf Bullman (1884-1976) que consideraba el evangelio definitivo de Juan de confección muy temprana, que la redacción de un primer Evangelio de Juan fue una expansión del relato marcano al que se le sumarían relatos propios del grupo joánico.
El Jesús que nos muestra Juan no sería posible si el redactor del evangelio no hubiera conocido los Sinópticos, otra cosa es que adrede renunciara a seguir la línea de éstos y más allá, como era propio en la época, pretendiera corregirlos. Juan aporta un aspecto espiritual que desentraña el sentido profundo de la figura de Jesús y que a veces contradice a los Sinópticos y, como piensa el profesor Antonio Piñero, no los complementa. Por otro lado, el Jesús joánico posee una cristología imposible de entender por los seguidores galileos del nazareno del siglo I. Por ello, es plausible pensar que el evangelio de Juan pretende “desjudeizar” a Jesús, es decir, apartar de Jesús su carácter de judío piadoso que ha sido demostrado tanto por los académicos judíos como por cristianos y por independientes, otro motivo más por el que pensar que sus autores debían conocer los Sinópticos (Jn 9, 20-22; 20,19)
Algunos estudiosos suelen tildar de falsificación la obra, no obstante no creo que la palabra falsificación pueda asignarse al Evangelio, pues era común por parte de los padres de la Iglesia de los primeros siglos del cristianismo hacer coincidir a los discípulos directos de Jesús como autores evangélicos, por lo que poco a poco se desarrollaría la adjudicación de este Evangelio al más joven, a Juan, quizá por ser el evangelio de más tardía elaboración. Lo que sí parece probado es que en ésta pudieron intervenir tres fuentes diferentes: una gnóstica, basada en la consideración del conocimiento espiritual por encima de las enseñanzas, tradiciones y autoridad de la iglesia dominante que contendría los discursos de la revelación, otra de los signos, constituida por una colección de los milagros de Jesús basada en una tradición oral o escrita, quizá muy antigua, como indica Gonzalo Fontana (alrededor del año 70 EC.) independiente de los evangelios Sinópticos y de sus fuentes y que no fue utilizada por ellos y, finalmente, una que contendría el relato de la pasión, con notables diferencias con respecto a los Evangelios Sinópticos. Igualmente, se aprecian controversias internas en el propio evangelio que parecen negar la plena humanidad de “Jesucristo” en pro de una espiritualidad que tampoco aparece con claridad en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas.
En cuanto a su historicidad, para Paula Fredriksen, el evangelio de Juan ofrece información histórica importante respecto a su misión, a su muerte y, sobre todo, del desarrollo posterior de los primeros cristianismos. No obstante, no se puede aceptar la historicidad del evangelio, al menos en su conjunto, la crítica histórica ha desmentido tal planteamiento y, a cambio, el análisis del mismo parece situarla como una obra testimonio de las circunstancias vividas en el grupo donde se gestó y no de un testimonio directo de la vida de Jesús. Más que de Jesús y sus discípulos históricos, este evangelio (aunque también en gran medida los Sinópticos lo hagan) hablan de los “cristianos” que los elaboraron, por lo que el cuarto evangelio se escribió muy probablemente en una comunidad que sufría en el momento de la redacción una situación un tanto traumática, la ruptura entre el judaísmo oficial y los judeocristianos de tal comunidad.
Y con respecto a su composición, como apunta Bart Ehrman, no hubo de ser antes de finales del siglo I o principios del II. Parece consensuado por académicos que probablemente una primera elaboración se hiciera en Alejandría, por la referencia a las palmas en la entrada en Jerusalén y, otra posterior, si no definitiva, en Éfeso como apunta Gonzalo Fontana, coincidiendo con Irineo de Lyon (140-202 EC.).
Por otro lado, lejos de las diferencias entre Juan y los Sinópticos, que las hay, habrá que indicar, como apunta Moody Smith, que Juan, a pesar de aquéllas, se parece más a Marcos, Lucas y Mateo que a cualquier otro documento de Jesús de los siglos II y III, más lejanos de las raíces de Judea / Galilea.
En cuanto al episodio del discípulo amado, el Evangelio dice cinco veces que es el garante de lo que cuenta, nunca dice que es estrictamente el autor, es un discípulo amado del cual nunca se dice su nombre. El estilo misterioso del evangelio incluye tanto la falta de identificación de tal discípulo como el no decir nunca el nombre de María. Lo más plausible es que el discípulo amado no sea uno de los doce Apóstoles, tal vez sea uno de los primeros cristianos pero, no es un testigo visual porque si lo fuera hubiera escrito el Evangelio de una manera distinta, con más argumentos biográficos de Jesús tal vez y, como dice e propio Evangelio, al utilizar el material de Mateo, Marcos y Lucas «escribe sobre lo ya escrito». Sí resulta plausible que fundara un grupo, probablemente en Samaría porque Samaría tiene una gran relevancia en el Evangelio. Por otro lado, este discípulo no puede ser el hijo del Cebedeo, como han apuntado algunos teólogos. El Evangelio puede haber sido escrito por un redactor que fue a su vez discípulo del desconocido discípulo amado y la redacción final la lleva a cabo otra mano que lo remodela todo y le añade el capítulo 21 que es como un apéndice del Evangelio, una manera quizá de reconciliar al denostado San Pedro, quién no sale bien parado en todo el Evangelio, salvo en este último capítulo, con San Pablo, principal inspiración de los cuatro Evangelios.
Referencias:
– Antonio Piñero (2021) Los Libros del Nuevo Testamento.
– Bart D. Ehrman (2000) The Historical Jesus – parts I & II.
– Gonzalo Fontana Elboj (2014) El Evangelio de Juan. La construcción de un texto complejo: Orígenes históricos y proceso compositivo.
– Paula Fredriksen (1998) Gospel Chrnologies.
– Simon J. Joshep (2016) Jesus and the Temple. The Crucifixion in Its Jewish Context.