BREVE INTRODUCCIÓN HISTÓRICA

En sentido general, cuando estudiamos historia de las religiones, decimos que el cristianismo primitivo, entre otras de sus influencias, tiene a las de la filosofía griega, si bien es cierto que del mundo heleno o griego recibe tres tipos de aportaciones, a saber, de las asociaciones (familiares, vecinales, profesionales, etc.) de los cultos a dioses, diosas y emperadores y de las escuelas filosóficas. En este artículo divulgativo nos centraremos en estas últimas, las influencias de las escuelas griegas de filosofía en el cristianismo (primitivo).

Para comenzar, la influencia de la filosofía griega en los primeros cristianismos no ha de extrañarnos si consideramos que con la conquista y la invasión de medio mundo por parte de Alejandro Magno y sus ejércitos en el siglo IV a EC, Jerusalén y el resto de Judea sufren desde entonces una enorme influencia cultural helénica. A la muerte de Alejandro, en el siglo III a. EC, el imperio creado por el macedonio se deshace en porciones, pasando los antiguos reinos de Judea y de Israel a manos de la dinastía Ptolomeíca, la misma que gobernará Egipto, aunque tras una sangrienta guerra, será la dinastía Seleúcida la que controle dichas regiones hasta la llegada del Imperio Romano con Julio César, Marco Antonio y el Emperador Octavio. Tanto los Ptolomeos como los Seleúcidas son dinastías helénicas iniciadas por dos de los generales del propio Alejandro: Ptolomeo y Seleuco respectivamente.

Hay que decir que los macedonios no sólo buscaron el poder militar, político, económico y territorial, sino que también lograron una expansión de su cultura por todas las tierras conquistadas difundiendo a sus habitantes las instituciones, la manera de vivir, las normas e ideas y, como no, la filosofía del mundo heleno. En su proceso integrador, los griegos llegaron a considerar como miembros del helenismo más a quienes participaban de su cultura y habían sido educados en ella que a quienes hubieran nacido en Grecia y no cumplieran tales requisitos. Para difundir su acerbo cultural, los griegos se valieron de su idioma así como de instituciones tales como el ágora, los consejos legislativos, los templos dedicados a los dioses, etc.

En el siglo I EC, heredera de la griega, la filosofía desarrollada en Roma presenta tres pilares fundamentales, el epicureísmo, el Estoicismo y el Platonismo.

Una breve descripción de cada una de estas escuelas filosóficas y de su influencia en el cristianismo primitivo nos acercará de manera más eficaz al conocimiento de éste que en paralelo comienza a desarrollarse en los primeros siglos de nuestra era, a partir de la figura de Jesús de Nazaret y de la mano de las primeras comunidades judeocristianas y cristianas, de Pablo de Tarso y de sus seguidores, de los anónimos autores de la Fuente Q y de los Evangelios, del resto de autores de los libros del Nuevo Testamento, de los escritos llamados apócrifos, así como de los primeros Padres de la Iglesia.

BREVE DESCRIPCIÓN DE LAS ESCUELAS FILOSÓFICAS DEL SIGLO I Y SUS INFLUENCIAS EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO

El epicureísmo:

Quizá sea la escuela que menos influencia o relación filosófica tuviera con el cristianismo. Se trata de la doctrina filosófica derivada de Epicuro (Samos 341 a. EC) cuyos parámetros fundamentales fueron dividir la Filosofía en tres pilares, la canónica o lógica y teoría del conocimiento, la física y, por último, la ética a cuyo servicio estarían las dos primeras. La filosofía epicúrea es materialista y recuerda en lo esencial a la de Demócrito y a su teoría de los átomos: Todo es corporal y está formado por la agregación de átomos diversos; el universo es un puro mecanismo, sin finalidad ni intervención alguna de los dioses en él. Los dioses son seres corporales como los hombres, pero están hechos de átomos más finos y resplandecientes, y además poseen la inmortalidad.

La percepción se explica también mediante la teoría atomista de los llamados eídola o imágenes de las cosas, que penetran por los sentidos. Al hacer física, los estoicos, no se proponen descubrir la verdad de la naturaleza, sino simplemente tranquilizarse, dan por ejemplo explicaciones físicas del trueno y del rayo, pero no una, sino varias sin importarles en realidad cuál sea la verdadera; tan solo desean saber que puede haberlas, hacer comprender que el rayo es un hecho natural, no una muestra de la cólera divina, y conseguir así que el hombre viva en calma, sin temer a los dioses. A diferencia de la escuela estoica, adelantemos el concepto, el placer en Epicuro no es la completa insensibilidad, si no la eliminación de obstáculos que se oponen a la felicidad, como los miedos, las preocupaciones, las penas, etc. así, el verdadero placer estaría en el cultivo del saber y en el de la amistad, de los que se derivaría la llamada ataraxía o estado de ánimo que se caracteriza por la tranquilidad y la total ausencia de deseos o temores (según la RAE término femenino filosófico que significa imperturbabilidad, serenidad). A estos aspectos, desde un punto de vista presentista, podríamos denominarlos emocionales.

Aún así, el epicureísmo coincide de alguna manera con las formas de cristianismo de los primeros siglos de nuestra era en su ataque a la magia, que a partir de la etapa helenística y a lo largo de la época imperial romana se había extendido sobremanera, sustituyendo en muchos casos a la religión tradicional que desde mediados del siglo II había entrado en clara decadencia. Apologistas cristianos, como Tertuliano, a finales del siglo II EC., y más tarde Lactancio (siglo IV) alabaron a Epicuro, posiblemente por considerar que el filósofo griego, igual que los seguidores de Cristo, estaban de acuerdo ya que tanto unos como otros renunciaban a la vida política, a servir al Estado y a buscar las glorias mundanas, y criticaban las formas de piedad tradicionales como supersticiones escandalosas. Ahora bien, la coincidencia entre unos y otros no era demasiado de raíz, pues los cristianos, que pudieron utilizar algunos textos y argumentos epicúreos en su polémica contra otros filósofos paganos, vieron en el epicureísmo un feroz enemigo en cuanto llegaron al poder en el ámbito imperial romano (siglo IV). En realidad el racionalismo, el materialismo y el razonamiento crítico epicúreo había dejado de ser popular, si es que alguna vez lo fue, debido al miedo a la razón de las masas que preferían refugiarse en credos trascendentes y prometedores, deseosas de una salvación más radiante que la libertad y la serenidad que la doctrina epicúrea prometía. Como indica el filólogo helenista Carlos García Gual, el epicureísmo se eclipsó al mismo tiempo que su hermano rival el estoicismo, de nuevo adelantamos conceptos, en el fracaso de los ideales de racionalidad, en la renuncia a la serenidad de la desesperanza y la apatía, en la desconfianza en el conocimiento filosófico como fuente única de la verdad y de la conducta del sabio. Las promesas religiosas de una salvación trascendente, la fe y la esperanza de una revelación sustituyeron a las ideas filosóficas en tiempos ya de Constantino y de Teodosio.

El estoicismo:

La escuela estoica tiene una honda relación con los filósofos moralistas socráticos, y especialmente con los cínicos. Renueva la actitud de aquéllos ante la vida y la filosofía, aunque con autores superiores intelectualmente y con una teoría más elaborada.

El fundador de la escuela estoica fue Zenón de Citium (334 a EC.) El estoicismo sufre diversas etapas y en la última de ellas, casi exclusivamente romana, la figura capital y más influyente fue el cordobés Séneca (4 a. de EC.-65 d. de EC.) quien fuera maestro de Nerón y contemporáneo de Jesús de Nazaret. Los estoicos dividen la filosofía en tres partes: lógica, física y ética; pero su verdadero interés es solo esta última, lo que se corresponde con la moral. Los estoicos son sensualistas: La percepción es la que va imprimiendo sus huellas en el alma humana, y formando sus ideas. La física estoica es materialista o, mejor aún, corporalista. Admite dos principios, lo activo y lo pasivo, es decir, la materia y la razón que reside en ella, a la cual llaman dios. Dios es el rector del mundo, pero a su vez es sustancia, y el mundo entero es la sustancia de Dios. La Naturaleza se rige por El ideal del sabio que es razón y ésta se identifica con la propia Divinidad. El principio divino liga todas las cosas mediante una ley, identificada con la razón universal, y este encadenamiento es el destino o hado (ειμαρμένη). Esto hace posible la adivinación y, por tanto, el determinismo; pero, por otra parte, los estoicos consideran que cierta contingencia y libertad del hombre están incluidas en el plan general del destino, que a la vez aparece como providencia. Todas las cosas sirven a la perfección de la totalidad; la única norma de valoración es la ley divina universal que lo encadena todo, a la cual llamamos naturaleza. Esta es la culminación de la física estoica, y de aquí arranca la moral de la escuela.

En realidad, el estoicismo resultaba tan materialista como el epicureísmo pues para esta corriente filosófica no existe otro principio constitutivo del Universo que la materia.

Presenta una visión panteísta de la religión: El elemento que informa de todas las cosas es el pneuma; a través de él se manifiesta el logos, que es la razón creadora de la vida y que se encuentra en todas las cosas. Existe un logos universal y un logos humano; el hombre, por lo tanto, está formado a imitación del Universo. Las leyes, que rigen para el macrocosmos (universo) son las mismas que gobiernan el microcosmos (el hombre).

En cuanto a sus influencias o relaciones con el cristianismo, hay que decir que la ética estoica es muy parecida a la cristiana por lo que se ha considerado a Séneca como cristiano por sectores teológicos cristianos, a pesar de que nunca lo fue.

Los estoicos eran también cosmopolitas, ciudadanos del mundo, ideas que encajan bien con el cristianismo desarrollado desde Pablo de Tarso. En cuanto a la teoría estoica del logos o alma universal (Dios), se sitúa en la misma relación con respecto al mundo que el alma con respecto al cuerpo; la ley que rige el Universo es la misma que rige los destinos humanos, es decir, la providencia divina. A pesar de su panteísmo, materialismo e inmanentismo (Dios sólo existe a través de las cosas), los estoicos eran profundamente religiosos y su concepción de la providencia era muy similar y aceptada para los cristianos. Encontramos similitudes entre la personificación del logos estoico y el concepto en algunos libros del Antiguo Testamento, como en el Libro III de la Sabiduría y el Libro IV de los Macabeos, así como en historiadores judíos como Falvio Josefo y en el apologista judío Filón de Alejandría.

También recuerdan al libre albedrío cristiano cuando hablan de la contingencia y de la libertad del hombre como parte del plan divino.

El platonismo:

Filósofos como el español Julián Marías o el historiador de la Filosofía, el británico W. K. C. Guthrie, informan que el platonismo es la tercera escuela filosófica imperante en el mundo helénico y romano de los últimos siglos antes de la era común y de los primeros siglos de nuestra era. De fuerte inspiración religiosa, el platonismo presenta una teoría de la realidad que enfrenta el mundo sensible y de las apariencias de las cosas al mundo de las ideas, prototipos estas inmutables, eternas y coherentes, como lo explica Platón (427-347 a. EC.) en su famoso mito de la caverna, recogido en el Libro VII de la República. La idea del bien se identifica con Dios porque la filosofía lleva a la misma idea de Dios, a la racionalidad absoluta, así, la filosofía deja de pertenecer exclusivamente al plano teórico, extendiéndose también al de la práctica.

Desde el cristianismo se entendió, y de alguna manera se adoptó, la doctrina del bien de Platón, concebida como la teología del ateniense: El bien aparece en muchos textos platónicos de manera que induce a entenderlo como Dios, así ha sido interpretada su doctrina, primero por los neoplatónicos, por los primeros padres de la iglesia, y luego por San Agustín hasta llegar a la tradición cristiana medieval.

Otra idea en la que el platonismo influye en el cristianismo es tal vez la concepción del alma: Platón insiste en la inmortalidad del alma, idea derivada de una corriente muy profunda de la religión y de todo el pensamiento griego (misterios dionisiacos y órneos, así como pitagóricos). El alma es inmortal y preexistente al cuerpo, idea que los cristianos adoptarán con gran agrado en vista de la no llegada de la parousia, es decir, de la esperada segunda venida de Jesucristo.

Es importante señalar las opiniones de los primeros padres de la iglesia con respecto al platonismo, sobre todo los de la comunidad de Alejandría (Egipto), como son Clemente de Alejandría y Orígenes de Alejandría. Como apunta el historiador norteamericano Jeffrey Burton Russell los grandes padres griegos de Alejandría, Clemente y Orígenes, firmemente arraigados en las Escrituras, también fueron influenciados por el platonismo y el estoicismo.

En efecto, parece que Clemente (150-215), siguiendo a Filón de Alejandría, tiene la idea de que Dios empleó la Filosofía para preparar al mundo helénico para la venida de Jesucristo y tuvo a Sócrates y a Platón como sustentos de tal afirmación. En consonancia con la filosofía griega, Clemente vio el cuerpo y la materia como menores en naturaleza que el espíritu.

En cuanto a Orígenes y el platonismo parece que transformó la esperanza cristiana de la resurrección del cuerpo en la del alma a través de la inmortalidad de ésta, con la progresiva desmaterialización del hombre en pos del ideal (idea platónica): La resurrección del cuerpo sería puramente espiritual. De igual manera, según el biofísico y teólogo anglicano Alister E. McGrath, para Orígenes, el reino de Dios no sería un reino material en la tierra, si no que se trataría de un reino espiritual, interior, privado.

Esta idea será resaltada por Agustín de Hipona, para quien el reino de Dios consiste en la vida eterna con Dios en el cielo, lo que llamó la Civitas Dei, la ciudad de Dios, en oposición a la civitas terrena, la ciudad de la tierra.

Según Blázquez Martínez, en el siglo IV San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Niseno y poco después San Agustín, darán una versión platónica del dogma cristiano. Así, frases tomadas de los enemigos platónicos del cristianismo, como Plotino (205-270) que, al construir su sistema filosófico bajo categorías neoplatónicas, abrirá la mente del santo a la contemplación de las verdades eternas que existen por sí en el mundo del espíritu, pasarán al Credo Cristiano, como por ejemplo afirmar que Dios es «Luz de luz».

Podemos concluir afirmando, con el filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, que la interpretación que hace San Agustín de Platón dominará el pensamiento cristiano durante los próximos mil años después de su muerte en el siglo V.

El relevo sin duda lo dará Tomás de Aquino en el siglo XIII con una fuerte influencia de la filosofía de Aristóteles, aunque este es otro tema que se excede del contenido aquí tratado, además, como dice el filósofo, semiólogo y escritor Umberto Eco, no exento de ironía, «Tomás de Aquino no aristoteliza el cristianismo, sino que cristianiza a Aristóteles” .

BIBLIOGRAFÍA

Alister E. McGrath (2002) A Brief History of Heaven. Blackwell Publishing.

Carlos García Gual (2002) Epicuro. Alianza Editorial.

Jeffrey Burton Russell (1997) A History of Heaven: The Singing Silence. Princeton University Press.

Jesús Conill (2022) Actualidad de la tradición escolástica en Ortega y Gasset, Zubiri y el último Habermas. In Anales del Seminario de Historia de la Filosofía (Vol. 39, No. 1).

José María Blázquez Martínez (1974) Rechazo y asimilación de la cultura clásica por el cristianismo primitivo. Jano nº 118.

Julián Marías (1980) Historia de la Filosofía. Alianza Editorial.

Umberto Eco (2007) Elogio de Santo Tomás. En: https://docplayer.es/53433142-Umberto-eco-elogio-de-santo-tomas-tomado-de.html

W. K. C. Guthrie (1984) Historia de la filosofía griega I. Editorial Gredos.