La muerte es algo natural pero es increíble o al menos cuando viene de una manera silenciosa o simplemente se deja de respirar. Es increíble dejar de respirar. Cuando sucede todo se va ordenando, funcionan muy bien todos los servicios, sanitarios, seguros, atención, facilidades y no puedo menos que agradecer infinitamente ese respeto y ese silencio, ese abandono en los demás, en los afectos y en la responsabilidad ante la primera impresión de incredulidad que te noquea. Todo lo ves, aunque no lo veas, todo lo notas, aunque no lo digas, todo lo agradeces, aunque no haya palabras para responder, todo lo valoras aunque haya que dejar un tiempo para reconocerlo y empezar a reaccionar, como yo hago aquí y ahora de la mejor manera que sé: escribiendo. No es para que se me diga nada, es para agradecerlo.

Agradecer es la primera palabra que se me ocurrió como manera de despedir a mis padres. Se me ocurrió agradecerles la vida que dio paso a la mía, se me ocurrió sentir su paso por ella y todos los ejemplos y las vivencias que me dejaron, porque la muerte es algo natural aunque también sea increíble. Siempre pensé que cuanto te enfrentas a ella se me ocurriría recordar todo lo bueno que se ha incorporado a mí como por ósmosis, lo demás que ya haga será responsabilidad propia. De ahí viene lo que ya sabemos, que la educación principal viene de los padres, las decisiones, acertadas o no, se deben a los padres y la responsabilidad es de ellos, de ahí que cuando se tiene suficiente “uso de razón” el agradecimiento o la responsabilidad para bien o para mal, sea de ellos. Ellos nos deben dar las herramientas, desarrollar nuestra inteligencia, sobre todo la emocional, y así sigue la vida, no es por lo tanto descabellado pensar qué se habrá hecho mal, o bien, por parte de los progenitores cuando pululan tantos jóvenes desmotivados, ignorantes, violentos y poco equilibrados por nuestra sociedad. Es así, por muchas vueltas que les demos, es así. Es lo que se deduce cuando ya nos vemos frente a la vida ya sin recomendaciones, que nos pueden sentar mal muchas veces, pero que luego recordamos para enderezar la incredulidad. Agradecer es la palabra porque ya sabes caminar sola, que es como se está en lo esencial de la vida, aunque no en soledad. Eso es otra cosa.

Después del agradecimiento personal viene la sensación de paz cuando has respondido a lo que la enfermedad o el final te ha deparado. Responsabilidad significa responder, responder a lo que la persona que se va, demanda. La muerte dulce o silenciosa es porque se tienen las dos manos cogidas, las de quien queda y las de quien recibe, ambos calores tranquilizan mientras hay vida, aunque no sean conscientes. Hay que propiciar el tránsito de los que se van, luego queda el tránsito de los que se quedan en el que la puerta es la consciencia de que se han ido de verdad a otra parte en la que ya están bien. Para los que creemos, y lo he experimentado, el grado de haberlo hablado todo, de haber respondido, se corresponde con la paz que sientes. La parte física está llena de gestos que conservas, de sonrisas que compartiste, no hay lugar para reproches de esos momentáneos y frutos del amor, o de egoísmos puntuales, se compartió la vida con sus ventajas e inconvenientes, las horas y todo lo que llevabas detrás para protegerte, ahora ya no se puede mirar atrás, pero sí para adelante porque ya te protegerán en el futuro, los tienes ahí y te hacen sonreír hasta en las displicencias que se devienen de una forma de ser comprensible y conocida de la que seguramente una misma ha heredado. Todos tenemos errores y aciertos y para eso somos individuales aunque se esté unida por lazos de sangre y de raíces, de momentos compartidos con las personas que no elegiste pero que acabaste amando.

Lo duro es levantar la casa aunque al mismo tiempo sea totalmente cauterizador. A medida que te desprendes de las cosas físicas, hay que desprenderse de todas, se van ahondando las emocionales y se va quedando todo en su sitio, se equilibra. La vida es individual, no debe someterse a nadie en la tristeza en su quehacer diario y aprender a convivir con los ausentes. Hay un skype por el que se puede hablar con quien se quiera, en mi caso, que entiendo poco de espacios virtuales, es la fe, la creencia de que no han desaparecido, tienen que estar en un lugar, al menos mientras se tenga la consciencia de que mientras vivas van a estar no vivos, sino presentes, como una energía que te envuelve. En eso consiste, creo yo, haber vivido, en haber dejado muchas cosas por las que puedes ser recordado y que encima te agradezcan que lo hayas hecho. Todos estamos tranquilos, hay que ser positivo, compartir con los demás la alegría que merecen. Una convivencia amorosa. Pero para eso hay que sentirlo realmente porque la vida sigue. Puede ser un aprendizaje apasionante.