Hoy no se habla con bondad, porque la bondad, supone estar imbuidos de ternura, respeto, conmiseración…

Estamos generalmente tan llenos de soberbia y avaricia, de ira y envidia, que el rechazo a dar el paso hacia la utopía, se ha instalado  en los recovecos de nuestra conciencia, sin posibilidad de ser regadas por el flujo vital de la bondad.

Exigimos honestidad a los demás, cuando nosotros, hemos olvidado en esas esquinas, nuestra propia honestidad. Nos dedicamos por poner ejemplos, a lamentar la injusticia que están sufriendo los enfermos de la “hepatitis C” ante la negativa del Gobierno a proporcionarles el medicamento que los cure. Lamentamos la negativa de un alcalde a enterrar a una niña de dos años de etnia gitana… pero bueno, son sólo noticias, como otras, no nos afecta a nosotros. Vemos las colas en los comedores sociales, pero bueno, para eso está Cáritas, Cruz Roja etc.,

Sin duda alguna, nosotros, padres y madres, deberíamos ser el espejo donde se miren nuestros hijos, y a ellos, la inmensa mayoría de padres y madres los educamos para el éxito social, profesional, éxito político ahora también.  En cambio, no les hacen notar que ellos, poseen una conciencia que es la que tienen que amueblar y que es la que puede determinar su vida. Nos interesa, como buenos padres, que nos adelanten en todo, conocimientos, posición social, economía saneada, pero en el taller de pruebas que es la familia, con todas nuestras preocupaciones por mejorar la vida de nuestros hijos, tristemente nos olvidamos de hablarles del valor humano de la fidelidad, del valor humano de la generosidad para con el otro, de la gran virtud de la paciencia, de la no agresividad, de la no venalidad, del peligro de la venganza, que nos destruye, de no subir escalones humanos.

Todos estamos cargados de buenos deseos de cara a un año próximo, pero nos quedamos sólo en deseos, porque caminar hacia la utopía, que es un ideal de humanidad, supone un ejercicio de todos estos valores, porque supone transitar por un camino estrecho y pedregoso.

Entonces… ¿Dónde está el freno para empezar a caminar hacia esos valores de autenticidad?

Creo, que lo primero que no valoramos es nuestra propia vida y por supuesto y por extensión, la de los demás. Y es así, aunque no lo reconozcamos, porque en esas esquinas de la conciencia, almacenamos cosas que nos hacen un daño irreparable.

No gozamos plenamente, conscientemente, de aquellos a quienes queremos, segundo a segundo, porque nuestra mente, la tenemos en otras cosas…  cosas vacuas, inmersos en odios, rencores y deseos que nos deshumanizan.

Dos horas antes de escribir este artículo, por teléfono, me decía un familiar mío, del que hemos perdido en un aparatoso y cruel accidente, a su hijo de 32 años: “Nosotros, damos gracias a Dios, por los años que lo hemos tenido”.  Duro, muy duro. Tremenda lección de fe y esperanza, que sobrepasa cualquier sentimiento del ser humano, se sea creyente o no.

El día de Reyes, muere nuestra amiga Manoli, una excelente persona, amiga de verdad.. y ha donado todos sus órganos. Ella era generosamente humana.

Entonces nos solemos acordar de Aquello que no nos acordamos casi nunca.

Para mí, Dios, es algo más grande, más real, más tangible que lo que se nos ha enseñado.

Dios no es un concepto, no es una definición o una idea. Para mí, Dios, es y está en el encuentro conmigo mismo y con los demás. Es la inmanencia, la esencia de Dios en el corazón humano.

Acaso todavía, no hayamos llegado a conocernos a nosotros mismos;  es duro y arriesgado conocerse a sí mismo, conocer al disidente interior, que continuamente nos cuestiona.

Invito a quienes no  hayan escuchado el villancico andaluz, colocado en uno de mis últimos artículos que lo haga, porque la letra es la vida misma.

Estos días, he salido a ver si me encontraba con “el Espíritu de la Navidad” y cuando he llegado a casa, me he dado cuenta de que ese espíritu navideño, lo tenía todo el año olvidado en un rincón… Y no lo sabía.

Todos estos valores a los que aludo, no pueden ni deben encapsularse en una espiritualidad quietista, inmovilista, hecha de `moralina´ que nos ata y nos impide comprometernos con el mundo, porque vivimos con ´verdades´ demasiado confortables, demasiado cómodas.

Piensa, escucha, respeta, tolera, ama, siéntete amado/a  … De todas estas cosas tan sencillas y tan infinitas, estamos hechos. Y nosotros, muchos de nosotros… sin saberlo.