Vivimos en la era de la información y a diario recibimos gran cantidad de noticias a la que sería imposible atender sin acabar colapsando nuestro cerebro. A través de los medios de comunicación, por medio de las redes sociales, en nuestro entorno, etc. Es por esto que muchas noticias pasan por nuestros sentidos sin que nuestra atención llegue a percibirlas, sin embargo hay otras que la captan rápidamente. Es lo que me pasó estos días con la noticia del nuevo catecismo que edita la Conferencia Episcopal.

Como psicóloga, sexóloga y cristiana no podía ser de otra forma. Cristiana, si por ello entendemos conocedora de la persona de Jesús, enamorada de su filosofía de vida, de su gran conocimiento y ensalzamiento de la naturaleza humana. Creo que son suficientes motivos para que esta noticia captara mi atención y me hiciera plantear esta pequeña reflexión que me gustaría compartir con todos los lectores de este periódico.

La jerarquía de la Iglesia nos tiene muy acostumbrados/as a sus exposiciones y opiniones en nombre de Dios, sobre temas de los que no tienen mucha idea. Es esto lo que nos ha llevado a no tomarlos en serio ni cuando nos hablan de temas, de los que a lo mejor, si la tienen. Éste desde luego es de los primeros, de los que no están informados.

Como cristiana que después de serlo decidió estudiar sexología, he podido comprobar, en este orden: primero por mi propia experiencia personal, luego  por lo estudiado en mi etapa  formativa y más tarde por mi trayectoria profesional; las verdaderas consecuencias de la forma de vivir nuestra sexualidad que proponen estos señores de la conferencia episcopal. Convirtiendo la sexualidad en algo pecaminoso, sucio, y contrario a la naturaleza humana.

El ser humano es un ser sexual desde que nace hasta que muere. La sexualidad nos acompaña toda la vida y en cada etapa de ella, es vivida de una forma distinta.  Desde luego la sexualidad es algo maravilloso. Seguir empeñados en intentar reprimirla y desnaturalizarla va en contra de la propia naturaleza humana. Estamos comprobando,  que para muchas  personas, eso es un pozo de sufrimiento. Algo que es natural y precioso se convierte en algo muy doloroso.

Yo propongo que busquemos la forma de educar a nuestros adolescentes sobre:

– Qué es y las verdaderas funciones que cumple la sexualidad en el ser humano.

– Las normas sociales a las que están sujetas las conductas sexuales.

– Que sepamos trasmitir la verdadera riqueza que tiene nuestra sexualidad y como vivirla plena y sanamente, dejando que cada uno busque su personal y peculiar forma de hacerlo, desde el respeto y la libertad, y para eso utilicemos a los profesionales de este ámbito que los hay.

Queridos creyentes, al igual que de enfermedades hablamos con el profesional de la medicina, de medicamentos hablamos con la profesional de farmacia, de fruta hablamos con el profesional de frutería, seamos serios y utilicemos a los profesionales de la sexología para aprender, y resolver nuestras dificultades sexuales. A la jerarquía de  la Iglesia dejémosle que nos iluminen en el ámbito de la fe.

Yo me pregunto si no necesitaremos una nueva venida de Jesús, para librarnos de estos actuales fariseos que cargan “fardos sexuales” sobre las espaldas de los fieles. Fardos sexuales llenos de culpa, frustración y resentimiento, en contra de su naturaleza humana. Señores yo les pregunto: ¿creen que Dios se equivocó dotando al ser humano con órganos que les proporcionan placer?