Ya no hay día en que no desayunemos con noticias desagradables, cada vez más desagradables.
Dada la cantidad de noticias, que todas obedecen a lo mismo, es decir a la indiferencia y a la insolidaridad, no es desacertado decir que el mal de ésta, nuestra sociedad, se ha globalizado.

Vivimos como en un mal sueño, en el que la juventud sobre todo, está aplastada por un presente desesperanzador sin visos de futuro.

Cada vez están más en boga esos pecados capitales de la soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Y estaría bien abrir un coloquio sobre el significado de todos y cada uno de estos pecados capitales que nos atenazan.

No, no voy por la religión, voy por esta maldita realidad, en la que muchos hemos pasado a negar el pan y la sal al prójimo.

Ser profeta en nuestros tiempos, es deducible, en razón de los acontecimientos que se desarrollan día a día. Nos hemos vuelto cobardes, insultantemente acomodaticios.

Ya es aburrido para quien escribe opinión, hablar de la realidad que nos circunda. Y es más aburrido leer siempre lo mismo, las mismas quejas, las mismas denuncias, las mismas sangrantes realidades, por lo que ser profeta hoy día, ha perdido todo su valor, porque ya estas profecías se están cumpliendo. San Malaquías, Nostradamus etc., ya veían lo que hoy está sucediendo (sería interesante ver en otro artículo, qué es lo que consideramos profecías, si es que existen).

Otorgamos carta de naturaleza, sólo a lo trivial, a lo insignificante, a lo frívolo, a lo vacío, a lo insustancial. Ya no nos sorprende nada, no nos quita ninguna noticia el sueño, ni el hambre ante la mesa viendo el televisor, porque muchos nos hemos alienado y humillado nuestro ser.

Alguien comentaba días atrás, que no pensaba bajarse de este tren de consumo y bienestar porque si se repartían los bienes, todos seríamos igual de pobres. Escandaloso y penoso, porque vamos a dejar a nuestros hijos, un mundo canallesco en lo económico, pero me entra una desazón infinita, cuando sobre todo pienso, que lo peor que les vamos a dejar es una realidad de canallesca inmoralidad absoluta. Nosotros mismos estamos cavando la tumba para nuestro hijos.

Lampedusa, las leyes italianas que condenan el socorro a los africanos que desembarcan en esta isla, mientras Europa mira para otro lado respecto a Italia.

Unas leyes que anteriormente y en todos los países civilizados (¿?) condenaban el “no auxilio, el no socorro” a alguien que lo necesitaba, se han convertido en condena si ayudas a quien lo necesita, lo pidas o no. El joven polaco muerto en el albergue, la gente que se suicida por desahucios y falta de trabajo. La gente que está desnutrida por hambre en España. La pena de cárcel si ayudas a un hermano sin papeles, aquí en España. Ójala no llegue a producirse.

Y lo peor es que ya nos hemos hecho al sufrimiento de los demás. Y este sufrimiento no nos increpa, no sacude nuestras conciencias.

Cada día aumenta el nº de familias con suerte, que cuando cobran la nómina del mes o la pensión, y pagan alquiler o hipoteca, la factura de la luz, el agua ,el teléfono y gastos varios de carácter fijo mensual, se quedan sin un duro para comer durante el mes, y mientras, paralelamente, viendo tanto latrocinio impune.

Mientras, más y más mayores sin atención asistencial por parte de los organismos públicos y que se mueren solos en sus casas. Hombres y mujeres por encima de los cincuenta que nunca van a encontrar trabajo, así como nuestro jóvenes…

Pero a pesar de ello, no movemos un dedo para intentar paliar estos desenfrenos y esta pecaminosa insolidaridad estatal y social.

Estoy harto, estamos hartos, de que los trabajadores se vayan al paro, cuando los responsables de estas situaciones de pecado estructural y personal (en general, excelentes meapilas) blindan su seguridad para seguir viviendo a cuerpo de rey. Y no me vengan con milongas de que los prejubilados son unos vagos que quieren vivir del presupuesto, porque esto ya se ha hecho un penoso tópico.

No basta denunciar las causas de injusticia, que aunque es una forma de compromiso, por sí sólo, no solventa ni ayuda de facto a cambiar la situación. Pero si encima denuncias las causas de esa injusticia y quienes las originan, eres un mal bicho y serás repudiado por los demás.

Antes, en muchos países y sobre todo en EEUU, quienes denunciaban las injusticias y sobre todo sus causas eran peores que Belcebú, eran comunistas. Pues si yo viviera allí, lo sería para ellos.

El papa Francisco, no solo denuncia las injusticias hacia el pobre, sino que públicamente va a la raíz de esas situaciones de injusticia, de sus causantes. Y lo está haciendo en primer lugar con la Curia Vaticana, con el peligro de su integridad física, como le ocurrió a Juan Pablo I que se sentó sólo 33 días en la Silla de Pedro. ¿Asesinado?
Ambos Papas, solos frente a una jauría de lobos que matan en manada.

Si estos santos hombres, uno fue capaz y el otro lo está siendo, no entiendo cómo quienes nos gobiernan no hacen lo mismo con los verdaderos causantes de esta inhumana desvergüenza.

Quizá nos gobiernen, pero quizá no saben lo que significa la palabra sagrada que es …PUEBLO

Aunque hay una pequeña y sutil diferencia: la honestidad personal.

Globalizacion - Foto: Juan Manuel Cruz del Cueto (Licencia Creative Commons)

Globalizacion – Foto: Juan Manuel Cruz del Cueto (Licencia Creative Commons)