Y tendrás la suerte de cara
cuando afrontes con coraje
tu propio destino,
aquel que siempre soñaste,
ese que nunca escapa,
que de nuevo te golpea
con puño de hojalata,
dejando marcas indelebles
en lo más profundo,
en las simas del alma.

Haz de tu vida un continuo
desafío de amor y guerra,
tomando decisiones corajudas
pero a la postre, ¡son tuyas!
Sin miedos escondidos
que atenazan a jóvenes
inmersos en norias de vida,
que desazón solo obtienen
frente a sociedades huecas,
vacías de todo compromiso.

Sueña con mágicas noches
paseando por la tibia arena
mojada por agua tersa,
que lenta acaricia tu vida
sintiendo que la angustia
va a salir por la boca,
vomitando la etílica rabia
frente a las dóciles olas,
que mueren en cualquier playa
de cualquier vida marchita.

Tus miedos piden batalla
al futuro que tras la ola escapa,
mientras te dice entre dientes,
“lucha”, “pelea”, “no decaigas”.
En la próxima ola debes subirte,
agarra su sublime cresta
con una sola condición.
Quiérete sin reparos,
pues un humilde faro
te indicará cual es tu meta.

Ser libre a pesar de todo,
no te ahogues en charcos
tibios de desesperanza,
confía en tus propuestas,
pues nadie debe trocear
cualquier remota idea,
que sea conjurada a la luna,
una luna de primavera
que alarga tu estampa,
y moja tus dulces sueños,
manchando tus pies de espuma.

Esos que deben hacer camino,
robado al mar tras su estela
cuando baja la marea,
para con firme paso ondulado
alcances tu orilla soñada,
grita libre cuando amarres
tu velero en ese puerto,
junto al viejo faro que aún destila
ilusión por la joven renacida.

Foto:  Julio Codesal, (Licencia Creative Commons)