No resulta nada fácil tratar temas teológicos o religiosos, pero aún así, creo conveniente hacerlo en aras del crecimiento personal, derivado de una espiritualidad adulta (que no necesariamente tiene que ser exclusivamente religiosa) de lo que se ha dado en llamar la “Teología del gusano y la mariposa”.

Siempre las iglesias del mundo, han presentado al Ser Supremo, llámese Dios, Alá, Buda u otro Dios de religión monoteísta, como el sempiterno juez que premia a los buenos y castiga a los malos, un Dios que nunca nos quita el ojo de encima, pendiente de nuestros fallos para darnos detrás de las orejas, eternamente justo, eternamente exigente, eternamente juez, (y menos mal, eternamente misericordioso), que quiere que su “Majestad” se propague por todo el orbe, y si para ello es necesario que se impongan quienes creen en “El” por medio de la guerra, pues hágase así; es su voluntad suprema, porque al infiel hay que adoctrinarlo para la salvación de su alma y si no, mejor está muerto.

Este es el Dios del Antiguo Testamento Cristiano, el Dios de la Torá, el Dios del Corán en el que cree el Islám, el Dios Budista, etc…

Por todo ello, se crea una dependencia esclavizante en el ser humano ante su Dios, impidiéndole crecer espiritualmente, con una observancia infantiloide, o en el peor de los casos, una castración mental y espiritual, con una religiosidad totalmente acrítica, una religiosidad del miedo al fuego eterno, de dependencia total ante quienes nos instruyen, que son los jerarcas, (que son los únicos designados para interpretar los Sagrados Libros).

Así, de esta manera, con continuas prohibiciones, con continuos dogmas extraídos de la manga, presentándonos tantas veces el infierno ante nuestros ojos y que nos han metido hasta la última neurona de nuestro cerebro desde los púlpitos, en todas las religiones, nos han convertido en creyentes temerosos, han logrado la religiosidad del miedo, impidiéndonos avanzar como personas.

En el caso del Cristianismo que es el que a mí me interesa, sólo parecía ser importante la observancia del sexto mandamiento, que tantas neurosis, tantos traumas religiosos y psicológicos ha producido. Esta es la “Teología del gusano”, que corroe y socava todo lo que se encuentra. Una “teología” muy bien pensada, excelentemente elaborada para manejar las conciencias, creando un neurótico sentido de culpabilidad, que nos hace sentirnos “gusanos” ante los ojos de nuestro Dios, del Dios de cada religión. Muchos sacerdotes, imanes, rabinos de las distintas Iglesias” han ido por esta teología esclavizante y neurotizante de la religión. Hoy por desgracia muchos siguen en ella.

Pero por suerte, tras el Concilio Vaticano II, para el cristiano católico, emergen nuevas corrientes teológicas dentro del seno de la Iglesia, que resultan provocar vientos liberadores que expulsan los fantasmas y los miedos paralizantes de nuestros corazones. Con unos postulados nuevos y totalmente frescos, (a los que todavía un sector importante de la jerarquía es reticente, cuando no adopta una actitud de oposición o condena), se nos orienta a los creyentes, por eminentes teólogos, en la línea de un “Dios personal y también un Dios social” Un Padre pendiente siempre de sus hijos en la tierra, aquello que más quiere de toda la creación, hasta el punto de enviar a su Hijo entre nosotros, para que lo conozcamos de forma auténtica, transmitiéndonos a través de Jesús, que es un Dios de Amor, que perdona siempre, que siempre tiene los brazos abiertos para nosotros, porque somos hijos Suyos. Es el caso de la parábola del “Hijo Pródigo”, enseñanza de puro Amor, donde el padre, también muestra un rostro materno y llora de emoción por el reencuentro con el hijo, abrazándolo y apretándolo contra su corazón.

Y es que ese “gusano” que socava y paraliza nuestro interior, ese miedo permanente a la condenación eterna en la que se nos ha “educado” se ha convertido ya en mariposa para muchos; un ser que es libre para volar, ir donde le plazca, enormemente bello por su cromaticidad y su forma, con las figuras en el aire que provocan la libertad y el ansia por la vida, porque la mariposa, vive con intensidad su vida, acaso consciente de la brevedad de la misma.

Lo importante no es añadir años a la vida, sino Vida a los años.
Todo ello, porque hemos llegado a descubrir que Dios es Padre.

Cuentan que en una clase de religión, el sacerdote dijo a los niños: Si no sois buenos, el Padre Dios os va a condenar al infierno. Una niña de seis años le contestó: Mire Vd. Sr. cura, si Dios es nuestro Padre, el de todos, no puede mandarme al infierno, porque mis papás tampoco lo harían. En este caso le falló al Sr. cura la “teología del gusano”. Ya era hora.

"Papillon" - Foto: Jordi Casasempere

«Papillon» – Foto: Jordi Casasempere