Ayer leí una carta de Carlos Alberto Libânio Christo, más conocido como Fray Betto, que me dejó pensativo todo el día.
Fray Betto es un fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación y fue asesor del presidente Lula Da Silva. Lula consideró a este fraile su asesor y su mentor. Este monje está en la línea aperturista de la Iglesia Católica, como el Cardenal recientemente fallecido Carlo María Martini, el obispo Oscar Romero, los jesuítas Ignacio Ellacuría, Pedro Casaldáliga, Karl Rahner e infinidad más. Pero estas gentes no llegan al pueblo, no interesa a la jerarquía de la iglesia católica.
Fray Betto estuvo encarcelado cuatro años antes de Lula, seguramente bajo la acusación de propagar ideas poco ortodoxas en la dictadura encubierta del anterior régimen. Otro día hablaremos de lo que él piensa de la Iglesia, junto con Fray Marcos también dominico, otro fraile que lleva su parroquia en un pueblo de Madrid, ambos, como otros muchos, religiosos o no, en la eterna búsqueda de la Verdad.
Todo esto me llevó a viajar en el tiempo y recordar a Diógenes de Sinope llamado el “El Cínico” (fundador de la Escuela Cínica ateniense) filósofo griego (412-323 AC.). Desde luego no fue un “cínico” en el actual sentido de la palabra, sino que de su etimología, de su origen griego, se deriva y se transforma esta palabra cuyo significado es “perro” debido a su abstinente, paupérrima forma de vivir.
De él se cuenta que vivía dentro de una gran tinaja como un vagabundo, convirtiendo la extrema pobreza en virtud y que caminaba por el Ágora ateniense de día con una linterna encendida, respondiendo cuando le preguntaban el por qué de la linterna: “Busco hombres” (Buscaba hombres honestos). En su filosofía estaba que los honores y la riqueza, son falsos bienes que hay que despreciar y que el sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades. Sólo disponía de un manto, zurrón, cayado y cuenco.
Es por tanto erróneo atribuirle el afán de recoger cosas de manera enfermiza (Síndrome de Diógenes) y que no se sabe cómo ha podido llegar a desvirtuarse de tal manera este tema en la actualidad. Pueden ver una magnífica ilustración en óleo del pintor Jhon Williams Waterhouse realizada en 1.882.
Pero volviendo al caso que nos ocupa, que es con el que he comenzado el artículo sobre Fray Betto, saco en conclusión que es importante calibrar cuáles son nuestras necesidades básicas para una persona normal respecto de cualquier tipo de bien material. Es importante si no vital, valorar el tiempo que se nos escapa por entre los dedos de la manos sin darnos cuenta, porque ése es nuestro bien supremo, nuestro activo personal. En este sentido va su carta, en el sentido de la austeridad y la búsqueda de la Verdad.
Hoy por contra, en el marasmo del consumismo, los niños van a nacer con un móvil en la mano en lugar de un pan bajo el brazo y tendremos que preguntar al ginecólogo, además de si está bien el bebé, la marca y modelo del móvil, por si está liberado o no, por su Face Book, su Twiter… Nunca se ha hablado tanto gracias a los medios de comunicación (teléfono, internet, redes sociales etc.,) para no decir nada, para no comunicarnos nada en la mayoría de los casos.
Cuando estás en el desierto, puedes masticar el silencio y ves cómo los tuareg se sientan a contemplar el cielo. Ves que allí la gente no usa el reloj; cuando ves cómo viven los monjes del Tíbet, los esquimales en Groenlandia, lugares todos estos en los que el tiempo no existe, porque ellos mismos son el tiempo… y lo comparas con el bullicio y las prisas occidentales en las calles, el trabajo, aeropuertos, estaciones etc., Cuando ves que los niños tienen tantas actividades además del colegio, que no pueden disfrutar de ser niños y los adultos cada vez más formados e informados, pero al tiempo intelectual y moralmente menos evolucionados. Cuando nos machacamos horas y horas en los gimnasios y nos olvidamos en los bares de nuestros problemas dejando vacías las bibliotecas y librerías. Cuando no tenemos unos minutos diarios para nuestro espíritu, para la reflexión, la meditación…Cuando hablamos por las redes sociales con cualquiera a miles de Km. de distancia y no somos capaces de establecer una relación mínima con el vecino… El «buenos días» a un vecino es real, lo estás aceptando aunque sea de una manera mínima.
“Hoy todo es virtual, el amor, la amistad, la religión” dice Fray Betto. La compra se puede hacer virtual a través de internet. No nos damos cuenta de que “somos ética y moralmente virtuales” porque vivimos para la galería, hasta tal punto de llegar a no conocernos a nosotros mismos.
El entretenimiento, el esparcimiento, debería de ser activo, no exclusivamente pasivo, con fijación por las aberraciones televisivas y horas perdidas ante un ordenador, pues esto último nos idiotiza, nos aliena, nos droga. También nos idiotiza la publicidad generadora del espejismo del consumo porque hemos hecho de él una religión, considerado como partes sumatorias de la felicidad.
Consumo luego existo. Y sin embargo no decimos `busco´ luego existo.
“Si vamos a una gran superficie, luego de la desenfrenada compra, acabamos en la mesa común, generalmente sucia por los restos de comidas anteriores, compartiendo una Coca Cola y una aburrida hamburguesa de Mc-Donald’s con otros, cual sacra eucaristía postmoderna” dice Fray Betto.
Somos hermanos en el consumismo y no en el crecimiento humano y personal.
Nunca la humanidad ha necesitado tantos psicólogos, psiquiatras, medicamentos para estados de ansiedad, de depresión con tantas patologías mentales… En África no existen las depresiones, no pueden existir, pues tienen que tirarse al desierto, a la sabana, para buscar comida cada día y no morirse de hambre y aquí también, la gente tirada en la calle mendigando algo de dinero, una barra de pan y otros buscando comida en los contenedores de basura de los grandes supermercados (aunque tengo constancia de que estas empresas ya donan a Cáritas comida en el límite de su fecha de caducidad absolutamente consumibles).
Hemos llegado a tales cotas de avances técnicos y científicos, que hemos olvidado ser seres con un alma, una inteligencia, una espiritualidad, que puede ser laica y no exclusivamente religiosa, con una capacidad de relacionarnos con los de nuestra especie, siendo sin embargo, esclavos individuales de unos avances cuyo valor implícito es la ausencia de relación ética y solidaria con los demás. Y en occidente quien se resiste al consumismo, ve aumentar su neurosis en medio de esta locura de falsa felicidad consumista de la inmensa mayoría.
Dice este fraile: “La buena salud mental consiste el ejercicio de (A-A-A), es decir: Amistad –Autoestima-Ausencia de estrés”. ¿Quién es Amigo de? ¿En qué grado está nuestra Autoestima personal? ¿Nos devora el estrés diario?
Urge la búsqueda de la Verdad por parte de cada uno de nosotros y ésta, está en la atención al hermano.
El que excluye debe dejar de hacerlo y el excluido, dejar de sentirse como tal. La sociedad no ha aprendido todavía la lección de la búsqueda, ni en lo personal ni en lo social. Urge abrirnos a los demás, pero el miedo nos paraliza. No podemos cerrarnos al exterior, porque como dice un proverbio oriental: “Si te cierras al exterior para no contaminarte, corres el peligro de dejar fuera la Verdad”. Es necesario que encontremos la puerta en la búsqueda de la Verdad. Y la Verdad está más cerca de nosotros de lo que creemos.
Cuando Sócrates paseaba por el centro comercial de Atenas decía: “Sólo estoy observando tantas cosas que existen que no preciso para ser feliz…”
Este humilde escribidor se apunta a esos paseos socráticos.
No nos arriesguemos olvidando la búsqueda de nuestro Yo, porque corremos el riesgo de cerrar la puerta a la Verdad.